Por Leonardo Wagner, director ejecutivo del Parque Industrial La Bernalesa
Este fin de año en La Bernalesa tenemos muchas razones para celebrar, pero principalmente celebramos un sueño que empezó como una intuición, casi como un acto de fe, en medio de galpones vacíos, pasillos silenciosos y paredes que parecían hablar del pasado. Recuerdo la primera vez que caminé este predio: todavía latiendo en él la memoria textil, pero también cargado de una sensación profunda de posibilidad. Esa mezcla de nostalgia y futuro fue el punto de partida del proyecto que hoy conmemoramos.
La Bernalesa fue durante décadas un emblema productivo, un universo de trabajo, oficio y comunidad. Miles de personas construyeron aquí su vida laboral y social, y la historia de Quilmes quedó atravesada por esas máquinas, esos talleres y ese espíritu fabril que marcó a generaciones. Cuando la actividad cesó, quedó un vacío que dolía. Y fue justamente esa herencia, ese valor simbólico y humano, lo que nos impulsó a imaginar algo más: que este espacio no estaba destinado a convertirse en una reliquia estática, sino en un territorio capaz de renacer.
Ese fue el origen del proyecto. No desde un escritorio, sino caminando nave por nave, imaginando qué podía volver a vibrar aquí, cómo podía transformarse sin perder su identidad. Soñamos con un parque industrial moderno, abierto a nuevas tecnologías, diverso en sus sectores, con empresas que convivieran, que se complementaran, que generaran oportunidades reales para la comunidad. Soñamos con recuperar la dignidad productiva del lugar y con que La Bernalesa volviera a ser un punto de referencia regional.
Si bien pasaron 7 años desde que se logró su habilitación oficial, la historia tiene varias decenas de años y se remonta a la visión de Eduardo Valot, quien claramente pudo visualizar todo lo que representa hoy La Bernalesa y a quien estoy sumamente agradecido por permitirme convertir este sueño en realidad.
Hoy, siete años después, ese sueño ya no nos pertenece: les pertenece a todas las empresas que eligieron instalarse acá; a sus trabajadores; a los proveedores; a quienes creyeron en la idea cuando todavía era un proyecto sobre planos y pasillos vacíos. Ver cada nave ocupada, ver camiones entrar y salir, ver gente trabajando, ver la vida industrial correr de nuevo por estas calles internas… es la prueba más tangible de que la decisión valió la pena.
La transformación de La Bernalesa no fue sencilla. Hubo momentos difíciles, decisiones complejas, discusiones técnicas, obstáculos normativos y esfuerzos coordinados entre lo público y lo privado. Pero siempre hubo algo que empujó hacia adelante: la convicción profunda de que este predio tenía un alma productiva demasiado fuerte como para dejarla apagarse. Cada habilitación, cada empresa que se sumó, cada mejora en servicios e infraestructura fue un ladrillo más en esta reconstrucción colectiva.
Hoy, el parque es mucho más que un predio ordenado con industrias diversas. Es un ecosistema vivo, con empresas que apuestan, con trabajadores que vuelven a encontrar aquí estabilidad y futuro, con proyectos que nacen, crecen y se integran. Es también un espacio que honra la memoria de quienes dejaron su vida en la antigua textil: cada nueva empresa que abre sus puertas es, a su modo, un homenaje a esa historia.
Mirar hacia atrás emociona; mirar hacia adelante entusiasma. Porque lo construido hasta aquí es apenas el cimiento. Lo que viene —la incorporación de nuevos sectores, la modernización constante, la integración territorial, la promoción de empleo local, la ampliación del parque— abre un horizonte de crecimiento que consolida a La Bernalesa como un referente industrial del sur del conurbano.
Celebramos un final de año y un inicio de un nuevo ciclo con la certeza de haber recuperado un símbolo, de haberle devuelto sentido y destino. Y celebramos también el trabajo en equipo: de las autoridades, de los técnicos, de las empresas, de la comunidad, y de todas las personas que pusieron energía, confianza y esfuerzo en convertir una historia de abandono en una historia de renacimiento.
Gracias por acompañar este proyecto que nació con una idea simple pero poderosa: creer en el potencial de este lugar. Que este fin de año y comienzo de 2026 nos encuentre unidos por la industria nacional y comprometidos con lo que aún falta construir.
Sigamos creando futuro sobre los cimientos de nuestra memoria.
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